Pronto a terminar el gobierno del Presidente Piñera, un balance provisorio de su administración, desde la perspectiva de la equidad, dista mucho de ser exitoso.
Políticamente, el Presidente Piñera no solo no fue capaz de traspasarle el mando a la candidata de su coalición, sino que debilitó esa candidatura al tiempo que se distanciaba, e incluso antagonizaba, cada vez más con los partidos de la Alianza. Tal situación contrastó con el ordenamiento de la Concertación, bajo la influencia de Michelle Bachelet, y su transformación en Nueva Mayoría. Igualmente, la movilización electoral del electorado oficialista en las primarias presidenciales desmereció significativamente frente a la desplegada por la oposición.
Por otra parte, los resultados de la elección presidencial y parlamentaria pusieron en cuestión la estrategia piñerista de refundar la derecha, creando una nueva bajo su liderazgo. La inhabilitación de la candidatura del ex ministro Luciano Cruz-Coke y la elección senatorial de José Manuel Ossandón y Andrés Allamand -particularmente la de este último, portador de una tesis diferente a la del Presidente respecto a la refundación de la derecha-, ejemplifican las dificultades de la estrategia presidencial. Si a esto se le suma el distanciamiento de la UDI, producto del débil apoyo de La Moneda a la candidatura aliancista, el diseño inicial de Piñera deberá reformularse profundamente.
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